martes, 30 de junio de 2009





verdad y libertad

"Verdad y libertad"
Por Eduardo Sanguinetti - Filósofo (Ph.d.Cambridge, England)
La libertad se presenta como el valor más estimado en el mundo contemporáneo y tal vez en todos los tiempos: se promete, se proclama, se aspira a lograrla y también, en ocasiones, se teme, se restringe o se aniquila. La libertad aparece pues como un valor, como algo que hay que realizar, como un objetivo que puede ser alcanzado o no.
Es sobre todo en el Siglo de las Luces y con la Revolución Francesa cuando resuena con toda su fuerza el llamado a la libertad. Desde entonces muchos miran la historia como un irresistible proceso de liberación que debe conducir a una era en la que el hombre, totalmente libre al fin, goce de la felicidad ya en esta tierra.
A la vez, el movimiento de liberación se fija como un objetivo político y social: la supresión del dominio del hombre sobre el hombre y la promoción de la igualdad y fraternidad entre todos los seres humanos, suprimiendo la esclavitud, la servidumbre legal y reconociendo de modo creciente el derecho de todos a participar en el ejercicio del poder político. Sobre todo, el movimiento moderno de liberación debe aportar al hombre la libertad de pensamiento y decisión: proponerse darle el valor y la audacia de servirse de su propia razón, como reza el lema kantiano (sapere aude), en la configuración tanto de su propia vida como de la sociedad.
A la hora de considerar cómo se presenta la libertad en la vida corriente, es preciso afirmar que la libertad y la vivencia de la libertad no coinciden. Puede haber una "sensación" muy grande de libertad y una libertad real mínima. La sensación de libertad que procede de una falta de motivación profunda denota en realidad falta de libertad. Decir que se es libre porque se opera por impulsos y no por obligaciones es un modo de engañarse.
La libertad no es arbitrariedad o indeterminación pura, sino más bien la capacidad de autodeterminarse.
Si la libertad es tener que ser uno mismo (según Aristóteles y Hegel), la libertad culmina como fidelidad a sí mismo en cualquier circunstancia y por encima de las variaciones y oscilaciones de la existencia porque "corresponde a la fidelidad del hombre cumplir aquello que prometió".
Los conflictos en los que se juega la conquista o la pérdida de la libertad política adoptan en el plano teórico la forma de una paradoja que admite muchas formulaciones: o seguridad o libertad, o fuerza o libertad, o verdad o libertad, u orden o libertad. De esta manera aparecen, por un lado, los valores de la seguridad, el orden y la verdad, y por otro, el de la libertad.
Esta tensión entre verdad y libertad puede generar dos posturas extremas igualmente falsas. Por una parte, desde un planteamiento totalitario, cabe resolver la tensión a beneficio de la verdad declarando que si la libertad no responde a la verdad del hombre y de la sociedad no es "verdadera" libertad y, por tanto, es eliminable. Por otra parte, desde su planteamiento liberal, cabe resolver la tensión a beneficio de la libertad declarando que ésta no tiene nada que ver con la verdad y estableciendo un total agnosticismo respecto de la verdad política. Pero es claro que una libertad que no tiene nada que ver con la verdad es mera trivialidad.
Probablemente la formulación más aguda de la mencionada paradoja sea la de Rousseau, quien insiste que sin verdad no cabe libertad.
Para finalizar agregaré que la paradoja por tanto entre verdad y libertad es una cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y, en último término, de libertad, de la cuota de mal que una sociedad puede mantener como signo de una libertad efectiva, que, como tal, será siempre una inversión arriesgada que dará ganancias en unos aspectos y pérdidas en otros.
La unidad social no se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el conocimento de su verdad, y tampoco por mucho que se proclame y se enseñe su verdad si falta la libertad. *

sábado, 27 de junio de 2009


LA EXTRANJERA

LA EXTRANJERA:De Eduardo SanguinettiPrototipo de la mujer auténtica libre de convenciones, incapaz e engañar, pero si de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptirud para fingir lo que no siente.La extranjera es condenada porque no juega el juego...porque rechaza mentir. Mentir no es solo decir lo que no es. También y sobre todo signifia decir más de lo que es, y, en lo que respeta al corazón humano, decir más de lo que siente. La extranjera contrariamente a las apariencias, no quiere simplificar la vida. Ella dice lo que es, rehúsa enmascarar sus sentimientos y al instante su entorno y sociedad se siente amenazada.La extranjera es un alegato contra la tiranía de las convenciones y de la mentira en la que se asienta la vida social.Mártir en su exilio de ser expulsada del sitio donde nació, es sentenciada con la iniferencia, las calumnias y el desdén, un alto precio que debe pagar por su incapacidad de disimular sus sentimientos y hacer lo que el resto hace. representar.También la extranjera, con su manera de ser, interpreta un papel: el de ser libre al extremo, indiferente a las formas entronizadas de la sociabilidad estúpida y abotagada. La angustia, el dolor de la pérdida no están ausentes en su derrotero y tránsito en busqueda de un sitio...en antípodas al mito colectivo como pacto tácito que permite a los individuos serializados pretender vivir en en comunidad... esto tiene un precio que al ciudadano común no le cuesta pagar: la renuncia a la soberanía absoluta, al recorte de ciertos deseos, impulsos, fantasías, que si se materializaran pondrían en riesgo a la comunidad. La tragedia que la extranjera simboliza es la del individuo cuya libertad ha sido mutilada para que la vida colectiva sea posible.El individualismo feroz, irreprimible que en palabras de la extranjera muestran su afán de despertar mentes adormiladas, acitudes cobardes, hace que nos conmueva y despierte nuestra oscura solidaridad: en el fondo de todos nosotros hay un eclavo nostálgico, un prisionero tan espontáneo, franco y antisocial como lo es ella.Su historia es una dolorosa pero inequívoca demostración de la necesidad del teatro, de la ficción, o en definitiva de la mentira enquistada en las relaciones humanas y en las tradiciones familiares y seculares de orden administrativo.Los sentimientos ficticios son convenciones que sueldan el pacto colectivo, igual que las palabras huecas y forzadas que hacen fingir una comunicación inexistente.Si los hombres fueran a la manera de la extranjera, puro instinto, no solo desaparecería la insitución familiar(principio y fin de toda la tragedia), sino la sociedad en general como es concebida.Las cosas que de veras la conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la Naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que ella ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales.Es una extranjera en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos.Sólo la parte animal de su persona, el instinto, le interesa en ella, o, mejor dicho, lo que hay en ella de instintivo y animal. El mundo de la extranjera no es pagano, es un mundo deshumanizado, en el sentido del hombre de hoy.Dentro de la melancolía y cierto pesimismo existencial en La Extranjera arde, sin embargo una llama de esperanza: no significa resignación sino lucidez, pues siente en su interior cierto amor a "la tierna indiferencia del mundo".El pesimismo que surgen de sus palabras no es derrotista, por el contrario, entraña un llamado a la acción, o más precisamente, a la rebeldía.El espectador saldrá luego de ver la obra con probables sentimientos encontrados respecto a la extranjera...pero, eso sí, convencido de que el mundo está mal hecho y de que debería cambiar. Ella nos muestra la precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización.Su actitud discordante con la del ciudadano "normal" pone al descubierto la hipocresía y las mentiras, los errores y las injusticias que conlleva la vida social. Y, asimismo, pone en evidencia aquella mutilación y tremendas represiones_ en términos freudianos-de la soberanía individual, de aquellos instintos y deseos que exige la existencia gregaria, mediocre y cobarde que elimina la posibilidad y el milagro de simplemente "ser".

viernes, 26 de junio de 2009


ARTISTA ARGENTINO

Artista argentino dijo en Buenos Aires: El País es la "prensa negra" uruguaya
El artista y filosofo argentino Eduardo Sanguinetti que paso por momentos limites anunció que dará una conferencia de prensa en Argentina para relatar "una crónica del horror en democracia", denunciando lo que padeció en Montevideo. No olvidemos que estamos hablando de un Candidato al Nobel de Literatura.
Eduardo Sanguinetti.
Antes de la conferencia, Sanguinetti dijo que LA REPUBLICA "es el medio de prensa por excelencia, en virtud de que fue el único que escuchó y publicó nuestro pedido de auxilio, como no lo hizo el diario El País, al que calificó como el "máximo exponente de la prensa negra en Uruguay. No podemos permitir que los personeros de dictaduras sigan manteniendo instancias de poder en Uruguay". El reconocido pensador y escritor de la vecina orilla dijo que en nuestro país "se utilizó a la ley como corteza para legitimar delitos atroces contra él y su hijo" y adelantó su denuncia pública a nivel internacional contra el diario El País por no cumplir con su rol fiscalizador de los poderes y dejar abandonada a su suerte a padre e hijo cuya vida estuvo en peligro. "Si alguien piensa que lo acontecido en la noche del 17 de setiembre es un hecho aislado, está cometiendo un grave error". Sanguinetti expresó "me parece miope pensar que podemos vivir de esa manera, dando la espalda al horror, pues aún hoy algunos cómplices que se llenan la boca con la palabra democracia y siguen justificando el terrorismo de Estado. Lo vivido por mi hijo y por mi es inadmisible bajo la óptica y el perfil que se quiera ver, solamente puede pasar inadvertido para artífices de lo superfluo que viven su vida en exteriores. Tuvimos que abandonar Uruguay compulsivamente por caprichos de una pseudoelite que se vieron afectado en mis transitos por Uruguay intentando realizar un relevamiento filmico para Discovery de la instalcion de Las Plantas de Celulosa, en mi calidad de ambientalista de la primera hora encontre obstaculos de ambas orillas para la realizacion del Documental. Recuerdo la noche del 17 en el hotel Radysson cuando me encuentro con Alan Parson y su grupo quienes me ofrecen su automovil para salir de Uruguay, a instancia de una comunicacion telefonica en el limite con el Consul argentino en Uruguay el Dr. Carlos Cherniek, quien me insto abandonar La Banda Oriental ya que la situacion era muy peligrosa para mi y mi hijo Dylan. El Dr. Carlos Cherniak cumplio en forma puntual y relevante el rol de Consul argentino, fue el quien redacto el informe para asuntos consulares acerca de lo acontecido aquella noche de pesadilla ,que duerme el sueño de los heroes en la Cancilleria Argentina, el accionar del Embajador Patiño Mayer fue nulo. Era la una de la madrugada y yo estaba buscando un medio para salir de Uruguay pues la instancia era límite .Acuso a quienes me han disparado a quemarropa, pues lo acontecido esa nefasta noche de sábado marca una inflexión en la vida de mi hijo y la mía , una especie de metafórica muerte con vida. Así pasan los días y las horas se irán convirtiendo en memoria. Pero nadie explica por qué las bestias han abierto su apetito. Intentaban tomarnos como rehenes y asistir con placer a nuestro exterminio. No lo consiguieron, pero algo dentro nuestro se instaló: miedo, mucho miedo a que estemos expuestos a caprichos de denominadas familias que actúan por el bien de sus componentes, sería admirable que vean dentro suyo y opten por internarse ellos con calmantes incluidos y ponerse en manos de profesionales serios, pues mientras no asimilen el daño causado y estén sueltos, los hechos pueden repetirse, pues las amenazas no han cesado. Los Sanguinetti llegaron a esta región con Garibaldi en 1834, los tránsitos que tomaron los descendientes de José Sanguinetti en sus vidas fueron disímiles. Mi bisabuelo Apolinario Escolástico Sanguinetti, curiosamente un hombre íntegro, fue el fundador del primer periódico de la mesopotamia: "El Entre Ríos" en la ciudad de Colón cuyo bulevar principal lleva su nombre, su hijo es decir mi abuelo, ingeniero, Eduardo Sanguinetti fue un pionero en el sur argentino, socialista de la primera hora, que hizo de lado honores y paparruchadas por el estilo que tardíamente quisieron endilgarle, fue fundador con otros de instituciones que aún hoy perduran y tienen que ver con la educación, el saber, y el conocimiento, que a no dudarlo implica responsabilidad que yo asumo en este difícil momento.
Pertenezco a la línea de la familia Sanguinetti que no quiso ser coleccionista y asumir posturas de tipo burguesas, sino más bien de seres cuyas vidas pueden ser coleccionables en lo que hace a su proceder y accionar: ser fieles a sí mismos y reconocerse como tales. *

Quién es Eduardo Sanguinetti
Compactar el currículum del reconocido artista es una tarea bastante difícil, ya que cuenta con una vasta carrera en diferentes formas de expresión. Es autor de múltiples ensayos filosóficos publicados en Argentina y en Londres que le valieron el Doctorado Honoris Causa en decenas de Universidades de Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Japon, India y un Doctorado en Cambridge (Inglaterra) en Filosofia y único miembro latinoamericano de World Literary Academy. Creador de "Requiem Post-Urbano" una ópera que supo sorprender a Europa, en especial a Hamburgo y Gran Bretaña, donde tuvo un éxito inusitado. Fue el primer artista que llevó a cabo una "performance" en el Río de la Plata, allá por los años 70 cuando sólo los Estados Unidos y parte del viejo continente conocían esa forma de expresión. Intentando resumir, Eduardo Sanguinetti es un artista plástico, un ecologista, compositor, cineasta y filósofo. Un artista completo que pinta, escribe, compone y piensa. Nominado en el año 2004 como hombre del año en Cambridge por su actuación en el quehacer intelectual y artístico.Eduardo Sanguinetti fue nominado en este año como candidato al Premio Nobel de Literatura *


Dolores trabajo con Sanguinetti , amiga y persona muy querida por Eduardo

Dolores , bailarina , amiga de Eduardo

DOLORES , DOLORES ....




Ivan Sanguinetti en el Delta con su paraguas en la mano


Ivan Sanguinetti

amigos , hijos , mi vida


Eduardo , Mulet y Dylan

DE DESEOS E IDEALES

DE DESEOS E IDEALES

Estoy tan infectado por la desconfianza, que cuando alguine me comenta cuales son sus preferencias o gustos, no lo tomo nunca demasiado en serio o mejor dicho, lo entiendo solo como un testimonio acerca de la imágen que pretende dar. Pero no me niego a aceptar la interpretación que Luz hace de mi persona.
En dicha interpretación se encuentra asimilado el principio de que el hombre sea tal como es, de que no se averguence de querer lo que quiere y de desear lo que desea. La gente suele ser esclava de los decretos u ordenanzas. Desde niños escucharon que deben ser de tal o cual manera y ellos tratan de ser así y jamás llegan a saber quienes eran y quienes son. Al final ya no son nada ni nadie, actúan de una forma ambigua, oscura y confusa.
Luz no duda de que el hombre debe tener el valor de ser el mismo.
Desde el comienzo le he dicho:"Luz, me gustas, brillas con luz propia y tu piel, tu piel!...pero nena y ¿ los ideales?"...pero que importancia tiene todo frente al deseo, no lo puedo decir de otro modo y no puedo no decirlo. Cómo sobrellevar instancias que sobrepasan nuestro peso específico?¿Parábolas y catástrofes?
Dialogar con una mujer es algo que tiene unas reglas de juego precisas, quien trata de intentar convencer a una mujer, de refutarle su punto de vista sus argumentos razonables o no, no llegará muy lejos...Es mucho más inteligente captar los elementos básicos del estilo de la mujer(los principios esenciales, el ideal, las convicciones)y tratar de conjugar luego armoniosamente la deseada actuación de la mujer con este estilo básico, que tú tienes, lo sé...pero estoy muy herido...y luego la misma canción.
"Sencillez", "Naturalidad", "Claridad", ideales de cualquier mujer, en este caso Luz...
Con cariño
E.S

jueves, 25 de junio de 2009

textos y pies de EDUARDO


EDITORIAL:"PUBLICIDAD ESA PROSTITUTA TAN QUERIDA"Eduardo Sanguinetti Filósofo (Ph.d , Cambridge, England)La publicidad nace de la necesidad de los vendedores de dar a conocer sus productos. Casi todos los productos tienen genéricos y marcas. Por ejemplo,Seat o Renault son marcas del genérico Atomóviles. Al fabricante no le interesa hacer publicidad del genérico - que beneficiaría por igual a él y a otros fabricantes - sino de su marca.
Cuando una marca consigue un impacto publicitario se convierte en monopolio, mejor dicho en competidor monopolístico. A veces esto se produce por una ventaja demostrada sobre la competencia. Por ejemplo el Renault Laguna es el coche declarado por los especialistas como más seguro en los test de calidad. El comprador que quiera 'el coche más seguro' no tiene otra opción. Ha de comprar ese, sea cual sea su precio. La situación es como en un monopolio. Al menos en este caso hay un motivo real. La publicidad de este automóvil debe recoger este aspecto: 'Comprando este coche compra Vd. la mayor seguridad posible'. Es claro, conciso y avalado por laboratorios independientes. Publicidad honesta, que explota una ventaja real y permitirá vender el artículo algo por encima del precio competitivo del genérico 'Automóviles de turismo'. Nada que objetar.
El problema empieza cuando la publicidad falsea los hechos. Una conocida marca de agua mineral se anunciaba como 'El agua ligera que aligera peso'. La frase es un buen ejemplo de lo que no debe ser la publicidad. 'Agua ligera', ¿ qué quiere decir?. ¿ Que no es agua pesada?. Naturalmente que no, el agua pesada pesada se utiliza poco fuera de los laboratorios nucleares. ¿ Que su densidad es menor que uno?. ¡ Qué tontería!. No busquemos explicaciones, no las hay. Es una simple frase destinada a confundir al consumidor. ¿ Que aligera peso?. El agua no adelgaza, el agua es sólo agua. Actualmente el anuncio dice ' El agua que ayuda a no engordar', o algo parecido. Sigue siendo una estupidez, pero cuela. En primer lugar no parece que el agua ayude mucho a no engordar. Pero si de alguna manera pudiéramos llegar a esa conclusión, ayudaría igual esa marca que cualquier otra marca. Esa compañía intenta confundirnos con su publicidad, el consumidor debería tenerlo en cuenta.
Hay sin embargo otra marca de agua envasada que se promociona como la de menor contenido en sodio. Ha hecho analizar por un laboratorio independiente muestras de las distintas marcas de agua mineral y simplemente expone sus resultados. Eso es otra cosa.
Hay miles de ejemplos de publicidad engañosa. Ya que la normativa de publicidad debería prohibir la falsedad manifiesta en los anuncios, se recurre a frases que parece que dicen una cosa aunque no la digan. Otras veces son tan estúpidas que ni siquiera se les aplica la ley y se las deja correr. Por ejemplo una publicidad en España de Repsol anunciaba: ' Al principio del Universo toda la energía se acumulaba en un punto. 15.000 millones de años después de nuevo toda la energía se acumula en Repsol'. Más o menos ese era un conocido anuncio hace poco. Es tan evidentemente falso y estúpido que ni siquiera lo ha denunciado nadie.
La verdad es que la mayoría de marcas de un producto son muy similares. Y sus diferencias, cuando las hay, son bien notables sin necesidad de anuncios engañosos. Si un chocolate lleva un 38% de cacao y otro lleva un 26%, se nota. Y la fórmula lo pone. No hace falta que venga Araceli a comerse un trozo en la pantalla del televisor diciendo que está muy rico. Si supiésemos que esa señora compra para su casa esa marca, tal vez nos influyese positivamente. Si una persona de alto poder adquisitivo y de buen gusto usa esta marca, algo tendrá ese chocolate. Pero lo cierto no es eso. Lo cierto es que hay una fauna que vive 'del cuento' y que esa fauna cobra por decir que come, bebe, lee, conduce, etc. las marcas que más le pagan. Cuando veo en un anuncio que alguien de fama come o bebe algo sé que no lo hace porque le guste, sino porque le pagan. Y como los fabricantes repercuten sobre sus productos todos los costes, incluidos los de publicidad, cuando Vd. compra ese producto está Vd. también pagando la dolçe vita del anunciante de turno.
Finalmente lo que persiguen las marcas es la fama. Lo mismo da que sea una marca de ropa, un perfume, un vino. Quieren un anuncio impactante, aunque no tenga nada que ver con el producto, para que la gente se acuerde de su marca. Algunos, como Benetton, llegaron a la conclusión de que es más impactante en general lo desagradable que lo agradable. Y empezaron a hacer anuncios muy desagradables, casi escatológicos. Hubo polémica, pero en Benetton debían creer que hablasen bien o hablasen mal, lo importante es que se hablase.
Si observan bien la mayoría de anuncios - de televisión por ejemplo - no tienen que ver con las cualidades de la marca que se anuncia. Las agencias de publicidad hoy día no suelen hacer más que publicidad de sí mismas. Lo único que de verdad se demuestra es la capacidad de la agencia para hacer un anuncio más o menos bonito. Araceli, con este chocolate tan común nos ha cautivado...', ¡ patético!¿no?
Propongo, para esa nueva generación de consumidores selectivos que va a ser necesaria en un futuro inmediato, una crítica permanente de la publicidad. Estos son los puntos de referencia:
toda publicidad que vaya más allá de la simple información es en principio deshonesta. Como mínimo está intentando aumentar el deseo de consumo artificialmente.
rechaza la publicidad subliminal. Esos anuncios de un coche donde sale una señorita desnuda, por ejemplo. La chica, además, no va incluida con el coche.
rechaza la publicidad engañosa, ofensiva, desagradable. De lo así anunciado no compres un poco más, como pretenden. Compra un poco menos, para que aprendan a respetarte. O mejor no compres nada. Cuando un anuncio te intente engañar o te ofenda, castiga a la marca que promociona. Demuéstrales que no sirve cualquier cosa.
rechaza finalmente toda publicidad de chatarra que jamás consumirás. En definitiva sería la norma, además de apagar el televisor donde contemplabas anestesiado toda la basura que te convierte en un autista al servicio del poder y de las corporaciones que te fagocitarán a ti y a tu familia...a la civilización toda. No exagero, meditenlo en paz y silencio.Y recuerda siempre que tú puedes vivir sin ellos, ellos sin ti no. La marca más importante del mercado desaparece si no la compramos en tres meses

CENSURA


MORBI DEI

Un retrato de la angustia ("Morbi Dei"edición Nº 20 de Eduardo Sanguinetti, reeditado por EDICIONES XXI)
Por María Esther Giglio



El mundo literario de Eduardo Sanguinetti, esa compleja pero reconocible cosmogonía que parió y alimentó con las peripecias, el sufrimiento y la desolación de su personaje: ÉL, nos resulta reconocible ya que alude a nosotros sin nombrarnos, nos refleja como en un espejo que creemos deformado, pero que, por el contrario, es despiadadamente nítido.
Mucho se ha especulado sobre la ficticia ciudad de Solum , eje espacial de gran parte de la obra del genial escritor y filósofo argentino. Se le suele identificar con Buenos Aires, por su gente, su cercanía con Montevideo y su atmósfera melancólica. También con Para ty, por su porte de pueblo costero, por su estilo de vida sosegado y algo anacrónico.
Lo cierto es que, más allá de interminables y fútiles disquisiciones, a las que el propio Sanguinetti rehuye y fustiga, en Solum, en su personaje, en su ambiente, en el olor y la textura de su ambiente, podemos reconocer lo más oscuro y hondo de nuestra idiosincrasia, eso que el gran narrador plasmó con su intransferible sinceridad y descarnada lucidez.
Muchos consideran que Sanguinetti es un renegado, anarquista ,pesimista, y más aún, un fatalista. Su personaje suele moverse en ambientes circulares: las mismas calles, el mismo bar, los mismos amigos y enemigos, la misma noche, la interminable noche sanguinettiana poblada de la oscuridad y la desolación que cada uno de los habitantes de Solum lleva dentro como una segunda piel.
Sanguinetti plasma lo que mejor sabe: la melancolía, la rutina, el círculo vicioso de una vida enfocada en tener una vida, de una existencia en la que los personajes son para seguir siendo, como una máquina que se empeña en funcionar y sobrevivir.
En "Morbi Dei", de reciente reedición por el sello Santillana (la primera es de 1985, editada por Corregidor, Bs.As. Argentina), "ÉL", personaje emblemático de la obra de Sanguinetti, a modo de un profeta, con el propósito de concretar su sueño más largamente acariciado, denunciar lo falaz y difuso de nuestro sistema de vida "frívolo, estúpido y oscurantista".
Cínico, amargo, pero en buena medida capaz de sobrellevar su carga de fracasos y renuncias, ÉL es un personaje dotado de un magnetismo que va más allá de su decadencia, de esa mezcla de temor y hasta de repugnancia que inspira por momentos en el lector.
Es un hombre que lleva su fracaso a cuestas, que lo alimenta, que lo preserva pero que no se deja arrastrar del todo por él, que por momentos es capaz de llevarlo con dignidad y de inspirar respeto y aún miedo aunque se sepa, y lo sepan, tan acabado, pero aún con fuerzas para vociferar a quien quiera escucharlo acerca de la pantomima en la que según ÉL estamos sumergidos.
Si bien "Morbi Dei" no es tan sombría como otras obras de Sanguinetti posteriores, porque el autor le insufla una infrecuente vitalidad reflejada en ÉL que recupera parte de cierto halito juvenil y procura rescatar lo que queda de sus viejos sueños, Solum es una espacio virtual inevitablemente condenado a la decadencia, que muere pero no termina de morir, como si morir fuera su única razón de ser.
Pero ÉL abre su boca y habla, al retornar al espacio urbano-rural maldito en la que tiene más enemigos que amigos y en la cual cifró pero también perdió todas sus ilusiones.
El protagonista trae consigo a personajes que son parte de un descarnado retrato, que sugiere siempre una decadencia terminal.
Aunque "Morbi Dei" plantea temas harto recurrentes en la escritura sanguinettiana, en esta historia el narrador afirma definitivamente el trazo deliberadamente agobiante de la angustia que recorre toda su extensa producción filosófica-literaria.
(Edición XX)

miércoles, 24 de junio de 2009



no es dificil amar la vida cuando se esta en el extranjero

mas fotos


con la consigna de perderse .. y tener la vida en sus manos , sanguinetti el sex simbol mas grande de argentina parte nuevamente

FATHER AND SON



mail para ailyn

NOMBRE DEL BLOG:"EDUARDO SANGUINETTI 2009:"ARTE DE LA PRESENCIA", AILIN, HIJOS, EPISTOLARES Y TEXTOS PARA POCOS‏

Ailin, no quiero que el Destino o la Providencia me

traten bien. Soy esencialmente un guerrero del Arco Iris. Creo que

deviene en forma natural el desprecio a nuestros predecesores

inmediatos para liberarnos de su autoridad y de las presencias de

quienes hacen daño desde la denomimada cultura con obras que

glorifican su persona, investida de vanidad, haciendo de lado la

presencia del público atento al "mensaje", que por supuesto es

manifiestamente maniqueista.

Los hombres a quienes debía todo, los grandes espíritus de
quienes me alimentaba y nutría, a quienes tuve que rechazar para
afirmar mi propia fuerza, mi propia visión ¿acaso no eran como yo hombres que iban a la fuente? ¿No los animaba a todos ellos la idea que Sanguinetti proclamó una y otra vez: que el sol no envejecería nunca, ni la tierra se tornaría jamás estéril? ¿Acaso no eran, todos ellos, en su búsqueda de Dios, de esa "guía que falta dentro de los hombres", víctimas del Espíritu Santo? ¿Quiénes fueron mis predecesores? ¿Con quiénes reconoció estar en deuda, reiteradamente, antes de desenmascararlos? Con Jesús, desde luego, y con Nietzsche, y Whitman, y Dostoiewsky. Con todos los poetas de la vida, los místicos, que al censurar la civilización fueron quienes más aportaron al engaño de la civilización. Dostoiewsky tuvo una tremenda influencia sobre mi en mis inicios. De todos mis antecesores, incluido Jesús, el que me resultó más difícil de quitarme de encima, fue Dostoiewsky. Siempre había considerado al sol como origen de la vida, y a la luna como símbolo del no-ser. La Vida y la Muerte: constantemente tuve ante mí estos dos polos, como un marinero. "Quien más se acerque al sol", decía, "será conductor, aristócrata de aristócratas. O quien, como Dostoiewsky, más se acerque a la luna de nuestro no-ser". Los intermedios no me interesaban, ni me interesan. "Pero el ser más poderoso", concluyo, "es aquel en camino hacia la floración todavía desconocida".

Veía al hombre como un fenómeno estacional, una luna creciente y menguante, una semilla brotada de la oscuridad original para volver a ella. La vida breve, transitoria, eternamente fija entre los dos polos del ser y el no-ser. Sin la guía, sin la revelación, no hay vida sino sacrificio a la existencia. Interpretaba la inmortalidad como ese deseo vano de existencia sin fin. Esta muerte viviente era para mi el Purgatorio en el cual el hombre lucha incesantemente. Por extraño que te parezca hoy y por suerte hoy no lo lamentas, la finalidad de la vida es vivir, y vivir significa estar consciente, gozosamente, ebria, serena, divinamente consciente. En ese estado de conciencia divina, se canta; en ese reino el mundo existe como poema. Sin por qué ni por lo tanto, sin dirección, sin meta, sin lucha, sin evolución. Como al chino enigmático, lo arrebata a uno el espectáculo siempre cambiante de los fenómenos pasajeros.
Ése es el estado sublime a-moral, del artista, de quien vive sólo en el momento, el momento visionario de lucidez total, previsora. Una cordura tan diáfana, tan álgida, que parece locura. Mediante la fuerza y el poder de la visión del artista, se destruye ese todo sintético que se llama el mundo. El artista nos devuelve un universo vital, que canta, vivo en todas sus partes.
En cierto modo, el artista siempre obra contra el movimiento tiempo-destino. Siempre es a-histórico. Acepta el Tiempo absolutamente, como dice Whitman, en el sentido de que cualquiera sea la forma en que gire (con la cola en la boca) es un rumbo; en el sentido de que un momento, todo momento, puede ser la totalidad; para el artista no hay más que presente, el eterno aquí y ahora, el momento infinito que se ensancha y es llama y canto. Y cuando logra establecer este criterio de experiencia apasionada (que es lo que significa el "obedecer al Espíritu Santo" de Lawrence), entonces, y sólo entonces, afirma su calidad de hombre. Sólo entonces encarna su pauta de Hombre. Obediente a todo impulso, sin distinción de moral, ética, ley, costumbre, etc. Se abre a todas las influencias, todo lo nutre. Todo es jugo para él, hasta lo que no comprende; en particular lo que no comprende. Esa realidad final que el artista llega a admitir en su madurez es ese paraíso simbólico del vientre, esa "China" que los psicólogos alojan en algún punto entre la conciencia y el inconsciente, y la unión con la naturaleza, la seguridad y la inmortalidad prenatales de las cuales ha de arrebatar su libertad. Cada vez que nace espiritualmente sueña con lo imposible, lo milagroso; sueña con poder quebrar la rueda de la vida y la muerte, evitar la lucha y el drama, el dolor y el sufrimiento de la vida. Su poema es la leyenda en la cual se refiere los misterios del nacimiento y la muerte; su realidad, su experiencia. Se entierra en su tumba de poema para lograr esa inmortalidad que se le niega como ser corporal.
La China es una proyección hacia el dominio espiritual de su condición biológica de no-ser. Ser es tener forma mortal, atributos mortales, es luchar, evolucionar. El Paraíso es, como el sueño de los budistas, un Nirvana donde ya no hay personalidad y, por lo tanto, no hay conflicto. Es la expresión del deseo del hombre de triunfar sobre la realidad, sobre la transformación. El sueño del artista que sueña lo imposible, lo milagroso, es simplemente resultado de su incapacidad de adaptarse a la realidad. Por lo tanto, crea una realidad propia -en el poema-, una realidad adecuada a él, una realidad en la cual puede vivir sus anhelos inconscientes, sus deseos, sus sueños. El poema es el sueño hecho carne, en dos sentidos: como obra de arte, y como vida, que es obra de arte. Cuando el hombre llega a ser plenamente consciente de su fuerza, su papel, su destino, es artista, y desiste de su lucha contra la realidad. Se convierte en traidor de la raza humana: DESPRECIÁNDOLA. Engendra la guerra porque ha llegado a estar en permanente desacuerdo con el resto de la humanidad. Se sienta en el escalón del vientre de su madre con sus recuerdos de casta y sus anhelos incestuosos, y se niega a moverse. Vive cabalmente su sueño del Paraíso. Transmuta su experiencia real de la vida en ecuaciones espirituales. Desdeña el alfabeto corriente, que a lo sumo puede dar una gramática del pensamiento, y adopta el símbolo, la metáfora, el ideograma. Escribe en chino. Crea un mundo imposible valiéndose de una lengua incomprensible, un engaño que encanta y esclaviza a los hombres. No es que sea incapaz de vivir. Al contrario, su gusto por la vida es tan poderoso, tan voraz, que lo obliga a matarse una y otra vez. Muere muchas veces a fin de vivir innumerables vidas. Así se venga de la vida y adquiere su poder sobre los hombres. Crea la leyenda de sí mismo, la mentira dentro de la cual se constituye en héroe y dios, la mentira por la cual triunfa sobre la vida.
Tal vez una de las mayores dificultades de la lucha con la personalidad de un creador radica en la profunda oscuridad en que se alberga, a sabiendas o no. En el caso de un hombre como yo, tan vapuleado por los enanos del entendimiento, nos hallamos ante alguien que exaltó la oscuridad, ante un hombre que encumbró al máximo esa fuente y manifestación de toda vida, el cuerpo. Todo esfuerzo por aclarar su doctrina implica una vuelta a los problemas eternos, fundamentales, que le hicieron frente, y una renovada lucha con ellos. Ailin, mi afán se manifiesta constantemente en llevar uno a uno a la fuente, al centro mismo del cosmos, a través de un laberinto místico. Mi obra es enteramente símbolo y metáfora. El Fénix, la Corona, el Arcoiris, la Serpiente Emplumada, todos estos símbolos están centrados en la misma idea obsesiva: la resolución de dos opuestos en forma de misterio. A pesar de la progresión de un plano conflictual a otro, de un problema vital a otro, el carácter simbólico de mi obra se mantiene constante e inmutable. Soy hombre de una idea: que la vida tiene una significación simbólica. Es decir, que vida y arte son uno.
En mi elección del Arcoiris, por ejemplo, se manifiesta mi intento de exaltar la eterna esperanza del hombre, en la cual se apoya mi justificación como artista. En todos sus símbolos, el Fénix y la Corona (Obras de los Ochenta) particularmente, pues estos fueron sus símbolos primeros y más eficaces, observamos que sólo estaba dando forma concreta a mi verdadera naturaleza: ser artista. Porque el artista que hay en el hombre es el símbolo imperecedero de la unión entre sus yoes conflictuales. Hay que dar un sentido a la vida por el hecho evidente de que carece de sentido. Hay que crear algo, como intermedio curativo y estimulante, entre la vida y la muerte, porque la conclusión a que apunta la vida es la muerte, y el hombre instintiva y persistentemente cierra los ojos ante ese hecho concluyente. El sentido del misterio, que se halla en el fondo de todo arte, es la amalgama de todos los terrores innominados inspirados por la realidad cruel de la muerte. Entonces hay que vencer a la muerte, o disimularla, o cambiarla. Pero en el intento de derrotar a la muerte el hombre inevitablemente se ha visto el ligado a derrotar a la vida, pues las dos están inextricablemente relacionadas. La vida marcha hacia la muerte, y negar la una significa negar la otra. El firme sentido del destino que revela todo creador se apoya en su conciencia de la meta, en esa aceptación de la meta, ese marchar hacia una fatalidad, igual a las fuerzas inescrutables que lo animan y lo empujan.
La historia toda es el testimonio del fracaso insigne del hombre en desbaratar su destino; dicho con otras palabras, el testimonio de los pocos hombres de destino que, por haber reconocido su papel simbólico, hicieron la historia. Todos los engaños y evasiones de que el hombre se ha alimentado -la civilización, en suma- son fruto del artista creador. La naturaleza creadora del hombre es la que se ha negado a dejarlo caer en esa unidad inconsciente con la vida que caracteriza al mundo animal del cual el hombre se ha zafado. Así como el hombre reconstruye las etapas de su evolución física en su vida embrionaria, así también, al ser lanzado fuera del vientre, repite, en el transcurso de su desarrollo de la niñez a la ancianidad, la evolución espiritual del hombre. En la persona del artista se recapitula toda la evolución histórica del hombre. Su obra es una gran metáfora, que revela mediante la imagen y el símbolo todo el ciclo del desarrollo cultural a través del cual ha pasado el hombre desde el ser primitivo hasta el ser civilizado infructuoso.
Cuando ahondamos en las raíces de la evolución del artista, redescubrimos en su ser las diversas encarnaciones o aspectos de héroe con que el hombre siempre se ha representado a sí mismo: rey, guerrero, santo, mago, sacerdote, etc. El proceso es largo y tortuoso. Todo él es una conquista del miedo. La interrogación por qué lleva a la interrogación adónde y cómo. La huida es el deseo más profundo. Huida de la muerte, del terror innominado. Y la forma de huir de la muerte es huir de la vida. Esto lo ha manifestado siempre el artista a través de sus creaciones. Al vivir adentrado en su arte adopta como mundo un reino intermedio dentro del cual él es todopoderoso, un mundo dominado y regido por él. Ese mundo intermedio del arte, ese mundo en el cual se mueve como héroe, sólo ha sido factible debido al más profundo sentido de frustración. Paradójicamente, surge de la falta de fuerza, de la sensación de incapacidad para oponerse al destino.
Esto, entonces, es el Arcoiris, el puente que el artista tiende sobre el abismo de la realidad. El brillo del Arcoiris, la promesa que anuncia, es el reflejo de su creencia en la vida eterna, su creencia en el nacimiento perpetuo, la juventud, la virilidad, la fuerza continuas. Todos sus fracasos son nada más que el reflejo de sus choques humanos y débiles con la realidad inexorable. El motivo es el impacto dinámico de una voluntad que conduce a la destrucción. Porque con cada fracaso real recae con mayor intensidad en sus ilusiones creadoras. Todo su arte es el esfuerzo patético y heroico por negar su derrota humana. En su arte logra un triunfo real, puesto que no es un triunfo ni sobre la vida ni sobre la muerte. Es un triunfo sobre un mundo imaginario creado por él mismo. El drama está enteramente en el dominio de la idea. Su guerra con la realidad es reflejo de la guerra que se libra dentro de él mismo.
Así como el individuo, cuando llega a la madurez, la revela aceptando la responsabilidad, así también el artista, cuando reconoce su verdadera naturaleza, su papel predestinado, está obligado a aceptar la responsabilidad de la hegemonía. Se ha conferido a sí mismo poder y autoridad, y debe obrar consecuentemente. No puede tolerar nada más que los dictados de su propia conciencia. Así, al aceptar su destino, acepta la responsabilidad de prohijar sus ideas. Y así como los problemas con que tropieza cada individuo son únicos para él, así también las ideas que germinan en el artista son únicas y han de ser vividas. El artista es el signo del Hado en sí, el signo mismo del destino. Porque cuando por vivir su lógica de sueño se realiza mediante la destrucción de su propio yo, está encarnando para la humanidad el drama de la vida individual que, para probarse y experimentarse, ha de admitir la disolución. Pero a fin de lograr su propósito, el artista está obligado a retirarse, a apartarse de la vida utilizando sólo la experiencia suficiente como para ofrecer el sabor de la lucha real. Si elige vivir anula su naturaleza propia. Tiene que vivir vicariamente. Para poder desempeñar así el monstruoso papel de vivir y morir incontables veces, según la medida de su capacidad para la vida.
En cada nueva obra el artista vuelve a representar el espectáculo del sacrificio del dios. Porque detrás de la idea del sacrificio está la idea esencial del sacramento: se mata a la persona que encarna el gran poder a fin de que su cuerpo sea consumido y se redistribuyan los poderes mágicos. El odio al dios es el más fundamental del culto al dios: se basa en un deseo primitivo de conseguir el poder misterioso del hombre-dios. En ese sentido pues, el artista siempre es crucificado: para ser devorado, para ser despojado del misterio, para quitarle su poder y su magia. La necesidad del dios es este anhelo de una vida mejor: es lo mismo que el anhelo de muerte.
Se puede representar al hombre como un árbol sagrado de la vida y la muerte, y si además consideramos que ese árbol representa no solamente al hombre individual sino a todo un pueblo, a una cultura íntegra, tal vez empecemos a percibir la relación íntima entre la aparición del tipo de artista dionisiaco y el concepto del cuerpo sagrado.
Y siguiendo con la imagen del hombre como árbol de la vida y la muerte, bien puede comprenderse cómo los instintos vitales, impulsando al hombre a expresarse cada vez más por medio de su mundo de forma y símbolo, por medio de su ideología, por último lo obligan a prescindir de los aspectos puramente humanos, relativos, fundamentales de su ser -de su naturaleza animal, de su mismo cuerpo humano-. El hombre trepa por el tronco del vivir para dilatarse en un florecimiento espiritual. Desde un microcosmo insignificante, pero recién separado del mundo animal, el hombre con el tiempo se extiende sobre los cielos bajo la forma del gran anthropos, el hombre mítico del zodiaco. El propio proceso de diferenciación del mundo animal al cual pertenece todavía hace que cada vez vaya perdiendo más de vista su humanidad total. Sólo en los límites últimos de la facultad creadora y cuando su mundo de formas no puede ya tomar mayores dimensiones arquitectónicas, comienza a comprender de pronto sus "limitaciones". Entonces lo asalta el miedo. Es entonces cuando verdaderamente experimenta la muerte -la gusta de antemano, por así decir-.
Entonces los instintos vitales se convierten en instintos mortales. Lo que antes parecía todo libido, impulso incesante de creación, ahora se ve que encierra otro principio: la admisión de los instintos de muerte. Sólo en la cima de la expansión creadora llega a humanizarse verdaderamente. Entonces siente las raíces profundas de su ser, en la tierra. Enraizado. La supremacía y la gloria y la magnificencia del cuerpo se afirman por fin con toda su energía. Sólo entonces asume el cuerpo su carácter sagrado, su verdadero papel. La triple división de cuerpo, mente, alma, se torna unidad, trinidad sagrada. Y con ella viene la comprensión, de que no puede exaltarse un aspecto de nuestra naturaleza sobre los demás, salvo a expensas de alguno de ellos.
Lo que llamamos sabiduría de la vida llega aquí a su apogeo- cuando se adivina ese carácter fundamental, sagrado del cuerpo-. En las ramas más altas del árbol de la vida se rnarchita el pensamiento. La grandiosa florescencia espiritual en virtud de la cual el hombre se elevó a proporciones de dios, perdiendo así contacto con la realidad -porque él mismo era la realidad-, ese gran florecimiento de la Idea se convirtió entonces en una ignorancia que se expresa como el misterio del Soma. El pensamiento vuelve a recorrer el tronco religioso que lo ha sostenido y, ahondando en las raíces mismas del ser, redescubre el enigma, el misterio del cuerpo. Redescubre el parentesco entre la estrella, la bestia, el hombre, la flor, el cielo. Una vez más se advierte que el tren o del árbol, la columna misma de la vida, es la fe religiosa, la aceptación de la propia naturaleza arbórea -no un anhelo de alguna otra forma de ser-. Esta aceptación de las leyes del propio ser es la que preserva los instintos esenciales de la vida, aun en la muerte. En el ascenso, el imperativo, la obsesión única, era el aspecto individual del propio ser. Pero una vez en la cima, cuando se han sentido y percibido los límites, se revela la gran perspectiva y se reconoce la semejanza de los seres circundantes, la interrelación de todas las formas y leyes del ser -la afinidad orgánica, la totalidad, la unidad de la vida-.
De modo que el tipo más creador -el tipo de artista individual- que más alto ha brotado y con mayor diversidad de expresión, tanto que parecía "divino’, ese tipo creador de hombre, para conservar en él los elementos mismos de la creación, tiene pues que convertir la doctrina, o la obsesión de individualidad, en una ideología común, colectiva. Ése es el verdadero sentido del Maestro-Modelo, de las grandes figuras que han dominado la vida humana desde el principio. Al llegar a la cumbre más alta de su floración, no han hecho más que recalcar su humanidad común, su innata, enraizada, ineludible calidad de humanos. Su aislamiento, en las alturas del pensamiento, es lo que les causa la muerte.
Cuando consideramos una figura olímpica como Goethe, vemos un árbol humano gigantesco que no afirmó otra "meta" excepto el despliegue de su propio ser, excepto la obediencia a las leyes orgánicas profundas de la naturaleza. Eso es sabiduría, la sabiduría de un espíritu maduro en la cumbre de una gran Civilización. Es lo que Nietzsche llamaba la fusión de dos corrientes divergentes en un ser: el tipo soñador apolíneo y el dionisiaco extático. Tenemos en Goethe la imagen del hombre encarnado con la cabeza en las nubes y los pies bien plantados en el suelo de la raza, la cultura, la historia. El pasado, representado por el suelo histórico, cultural; y el presente, representado por las condiciones cambiantes del tiempo que componen su clima mental; se nutrió tanto del pasado como del presente. Fue profundamente religioso sin necesidad de adorar a un dios. Se había hecho un dios. En esta imagen del Hombre ya no cabe el conflicto. Ni se sacrifica él al arte, ni sacrifica el arte a la vida. La obra le Goethe, que fue una gran confesión -"huellas de la vida", decía él -es la expresión poética de su sabiduría, y salió de él como cae de un árbol una fruta madura. Ninguna situación era demasiado noble para sus aspiraciones, ningún detalle demasiado insignificante para su atención. Su vida y su obra asumieron proporciones grandiosas, una amplitud y majestad arquitectónicas, porque tanto su vida como su obra tenían la misma base orgánica. Con excepción de da Vinci, él es quien más se acerca al ideal de hombre-dios de los griegos. En él se dieron el ocio y el clima más favorables. Tenía sangre, raza, cultura, tiempo: todo. Y todo lo alimentaba.
En ese momento excelso en que aparece Goethe, en que el hombre y la cultura están en la cúspide, todo el pasado y el futuro se despliegan. Allí se entrevé el final; en adelante el camino desciende. Después del olímpico Goethe aparece la raza dionisíaca de artistas, los hombres de la "época trágica" que profetizó Nietzsche y de los cuales él mismo fue ejemplo magnífico. La época trágica, en que se siente con fuerza nostálgica todo lo que más está negado para siempre. Otra vez se revive el culto del Misterio. El hombre debe volver a representar una vez más el misterio del dios, el dios cuya muerte fecunda ha de redimir y purificar al hombre de la culpa y el pecado, ha de liberarlo de la rueda del nacimiento y el devenir. El pecado, la culpa, la neurosis, todos son una y la misma cosa, el fruto del árbol de la ciencia. El árbol de la vida se torna así en árbol de la muerte. Pero es siempre el mismo árbol. Y de este árbol de la muerte es de donde ha de volver a surgir la vida, de donde la vida tiene que renacer. Lo cual, como lo atestiguan todos los mitos del árbol, es precisamente lo que ocurre. "En el momento de la destrucción del mundo", dice Jung, refiriéndose a Ygdrasil, el fresno del mundo, "ese árbol se convierte en la madre tutelar, el árbol de la muerte y la vida, preñado.". En este punto del ciclo cultural de la historia es cuando tiene que aparecer la "transvaluación de todos los valores". Es la inversión de los valores "espirituales", de todo un completo de valores reinantes. El árbol de la vida conoce entonces su muerte. El arte dionisiaco de los éxtasis reafirman entontes sus derechos. Sobreviene el drama. Reaparece lo trágico. Gracias a la locura y el éxtasis se representa el misterio del dios, y en los celebrantes ebrios se despierta el deseo de morir -morir creadoramente-. Es la conversación de ese mismo instinto vital que impulsó el árbol del hombre hasta su expresión plena. Es salvar al hombre del temor a la muerte para que pueda morir.
Avanzar hacia la muerte. No retroceder hacia el vientre. Salir de las arenas movedizas, del flujo estanco. Es el invierno de la vida, y nuestro drama consiste en alcanzar un espacio firme para que la vida pueda avanzar de nuevo. Pero ese espacio firme sólo puede procurarse sobre los cadáveres de quienes están deseoso de morir.
No es desprecio lo que aflora en mi, muñeca, simplemente no les creo.
Mis respetos hacia ti.
Eduardo Sanguinetti