sábado, 27 de junio de 2009
LA EXTRANJERA
LA EXTRANJERA:De Eduardo SanguinettiPrototipo de la mujer auténtica libre de convenciones, incapaz e engañar, pero si de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptirud para fingir lo que no siente.La extranjera es condenada porque no juega el juego...porque rechaza mentir. Mentir no es solo decir lo que no es. También y sobre todo signifia decir más de lo que es, y, en lo que respeta al corazón humano, decir más de lo que siente. La extranjera contrariamente a las apariencias, no quiere simplificar la vida. Ella dice lo que es, rehúsa enmascarar sus sentimientos y al instante su entorno y sociedad se siente amenazada.La extranjera es un alegato contra la tiranía de las convenciones y de la mentira en la que se asienta la vida social.Mártir en su exilio de ser expulsada del sitio donde nació, es sentenciada con la iniferencia, las calumnias y el desdén, un alto precio que debe pagar por su incapacidad de disimular sus sentimientos y hacer lo que el resto hace. representar.También la extranjera, con su manera de ser, interpreta un papel: el de ser libre al extremo, indiferente a las formas entronizadas de la sociabilidad estúpida y abotagada. La angustia, el dolor de la pérdida no están ausentes en su derrotero y tránsito en busqueda de un sitio...en antípodas al mito colectivo como pacto tácito que permite a los individuos serializados pretender vivir en en comunidad... esto tiene un precio que al ciudadano común no le cuesta pagar: la renuncia a la soberanía absoluta, al recorte de ciertos deseos, impulsos, fantasías, que si se materializaran pondrían en riesgo a la comunidad. La tragedia que la extranjera simboliza es la del individuo cuya libertad ha sido mutilada para que la vida colectiva sea posible.El individualismo feroz, irreprimible que en palabras de la extranjera muestran su afán de despertar mentes adormiladas, acitudes cobardes, hace que nos conmueva y despierte nuestra oscura solidaridad: en el fondo de todos nosotros hay un eclavo nostálgico, un prisionero tan espontáneo, franco y antisocial como lo es ella.Su historia es una dolorosa pero inequívoca demostración de la necesidad del teatro, de la ficción, o en definitiva de la mentira enquistada en las relaciones humanas y en las tradiciones familiares y seculares de orden administrativo.Los sentimientos ficticios son convenciones que sueldan el pacto colectivo, igual que las palabras huecas y forzadas que hacen fingir una comunicación inexistente.Si los hombres fueran a la manera de la extranjera, puro instinto, no solo desaparecería la insitución familiar(principio y fin de toda la tragedia), sino la sociedad en general como es concebida.Las cosas que de veras la conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la Naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que ella ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales.Es una extranjera en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos.Sólo la parte animal de su persona, el instinto, le interesa en ella, o, mejor dicho, lo que hay en ella de instintivo y animal. El mundo de la extranjera no es pagano, es un mundo deshumanizado, en el sentido del hombre de hoy.Dentro de la melancolía y cierto pesimismo existencial en La Extranjera arde, sin embargo una llama de esperanza: no significa resignación sino lucidez, pues siente en su interior cierto amor a "la tierna indiferencia del mundo".El pesimismo que surgen de sus palabras no es derrotista, por el contrario, entraña un llamado a la acción, o más precisamente, a la rebeldía.El espectador saldrá luego de ver la obra con probables sentimientos encontrados respecto a la extranjera...pero, eso sí, convencido de que el mundo está mal hecho y de que debería cambiar. Ella nos muestra la precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización.Su actitud discordante con la del ciudadano "normal" pone al descubierto la hipocresía y las mentiras, los errores y las injusticias que conlleva la vida social. Y, asimismo, pone en evidencia aquella mutilación y tremendas represiones_ en términos freudianos-de la soberanía individual, de aquellos instintos y deseos que exige la existencia gregaria, mediocre y cobarde que elimina la posibilidad y el milagro de simplemente "ser".
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