Un retrato de la angustia ("Morbi Dei"edición Nº 20 de Eduardo Sanguinetti, reeditado por EDICIONES XXI)
Por María Esther Giglio
El mundo literario de Eduardo Sanguinetti, esa compleja pero reconocible cosmogonía que parió y alimentó con las peripecias, el sufrimiento y la desolación de su personaje: ÉL, nos resulta reconocible ya que alude a nosotros sin nombrarnos, nos refleja como en un espejo que creemos deformado, pero que, por el contrario, es despiadadamente nítido.
Mucho se ha especulado sobre la ficticia ciudad de Solum , eje espacial de gran parte de la obra del genial escritor y filósofo argentino. Se le suele identificar con Buenos Aires, por su gente, su cercanía con Montevideo y su atmósfera melancólica. También con Para ty, por su porte de pueblo costero, por su estilo de vida sosegado y algo anacrónico.
Lo cierto es que, más allá de interminables y fútiles disquisiciones, a las que el propio Sanguinetti rehuye y fustiga, en Solum, en su personaje, en su ambiente, en el olor y la textura de su ambiente, podemos reconocer lo más oscuro y hondo de nuestra idiosincrasia, eso que el gran narrador plasmó con su intransferible sinceridad y descarnada lucidez.
Muchos consideran que Sanguinetti es un renegado, anarquista ,pesimista, y más aún, un fatalista. Su personaje suele moverse en ambientes circulares: las mismas calles, el mismo bar, los mismos amigos y enemigos, la misma noche, la interminable noche sanguinettiana poblada de la oscuridad y la desolación que cada uno de los habitantes de Solum lleva dentro como una segunda piel.
Sanguinetti plasma lo que mejor sabe: la melancolía, la rutina, el círculo vicioso de una vida enfocada en tener una vida, de una existencia en la que los personajes son para seguir siendo, como una máquina que se empeña en funcionar y sobrevivir.
En "Morbi Dei", de reciente reedición por el sello Santillana (la primera es de 1985, editada por Corregidor, Bs.As. Argentina), "ÉL", personaje emblemático de la obra de Sanguinetti, a modo de un profeta, con el propósito de concretar su sueño más largamente acariciado, denunciar lo falaz y difuso de nuestro sistema de vida "frívolo, estúpido y oscurantista".
Cínico, amargo, pero en buena medida capaz de sobrellevar su carga de fracasos y renuncias, ÉL es un personaje dotado de un magnetismo que va más allá de su decadencia, de esa mezcla de temor y hasta de repugnancia que inspira por momentos en el lector.
Es un hombre que lleva su fracaso a cuestas, que lo alimenta, que lo preserva pero que no se deja arrastrar del todo por él, que por momentos es capaz de llevarlo con dignidad y de inspirar respeto y aún miedo aunque se sepa, y lo sepan, tan acabado, pero aún con fuerzas para vociferar a quien quiera escucharlo acerca de la pantomima en la que según ÉL estamos sumergidos.
Si bien "Morbi Dei" no es tan sombría como otras obras de Sanguinetti posteriores, porque el autor le insufla una infrecuente vitalidad reflejada en ÉL que recupera parte de cierto halito juvenil y procura rescatar lo que queda de sus viejos sueños, Solum es una espacio virtual inevitablemente condenado a la decadencia, que muere pero no termina de morir, como si morir fuera su única razón de ser.
Pero ÉL abre su boca y habla, al retornar al espacio urbano-rural maldito en la que tiene más enemigos que amigos y en la cual cifró pero también perdió todas sus ilusiones.
El protagonista trae consigo a personajes que son parte de un descarnado retrato, que sugiere siempre una decadencia terminal.
Aunque "Morbi Dei" plantea temas harto recurrentes en la escritura sanguinettiana, en esta historia el narrador afirma definitivamente el trazo deliberadamente agobiante de la angustia que recorre toda su extensa producción filosófica-literaria.
(Edición XX)
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